5 estrategias para mejorar la seguridad del paciente

14/10/24

El pasado 17 de septiembre se celebró el día mundial de la seguridad del paciente. Se trata de una fecha promovida por la Organización Mundial de la Salud y establecida para despertar una mayor concienciación y promover medidas a nivel mundial con respecto a este problema, pero ¿qué se entiende por seguridad del paciente?

La seguridad del paciente

Se trata de la prevención y minimización de daños evitables en los pacientes durante la atención sanitaria. Esto implica la implementación de procesos, estrategias y tecnologías que reduzcan de manera constante y sostenible los riesgos asociados a la atención médica. Es un componente esencial de la calidad asistencial, basado en evidencias, que busca mejorar la cultura de la seguridad, la formación de los profesionales, y la implicación activa de pacientes y cuidadores.

Según una revisión sistemática del año 2008, la incidencia de los eventos adversos asociados a la hospitalización en España era del 9,2%. Se trata de un problema que, aunque poco frecuente, merece la atención de las instituciones para garantizar una asistencia de calidad y segura.

Para combatir este problema y promover la cultura de la seguridad, Charles Vincent y René Amalberti desarrollaron 5 estrategias para mejorar la seguridad del paciente en su publicación Safer Healthcare.

El texto completo se encuentra publicado en la página web del Ministerio de Sanidad.

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Estrategias para mejorar la seguridad del paciente

1. La seguridad como práctica óptima

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Las mejoras más significativas en la seguridad de los pacientes han sido aquellas enfocadas en procesos específicos. Estas pueden centrarse en reducir ciertos tipos de daño, como las infecciones por catéteres venosos centrales o las caídas de pacientes, o en aumentar la fiabilidad de procesos importantes como las comprobaciones antes de una cirugía. Este enfoque se basa en la idea de que cumplir con procedimientos bien establecidos es fundamental para garantizar la seguridad en los sistemas de salud. Sin embargo, también reconoce que la atención óptima implica más que simplemente seguir normas.

Aunque puede sonar simple, llevar a cabo estas intervenciones es más complicado en la práctica. Implican cambios en técnicas, organización y liderazgo (Pronovost et al., 2008). Por ejemplo, reducir infecciones por catéteres venosos no solo implica cambios en cómo se organiza la atención, sino también en el equipo utilizado, en cómo se dan las recomendaciones, en la colaboración entre distintos equipos y en la formación del personal. Todo esto requiere un plan sólido para que tengan éxito.

2. Mejora de los sistemas y procesos sanitarios

Al analizar incidentes y accidentes, se pueden identificar una serie de factores que influyen en los errores, como el estado del paciente, las tareas realizadas, la tecnología utilizada, el equipo médico o el entorno de trabajo. Estos factores nos indican dónde y cómo se puede intervenir para optimizar el sistema sanitario.

Este enfoque se centra en cómo interactúan las personas con su entorno, buscando mejorar el rendimiento, la seguridad, la salud y la calidad del trabajo. Algunas de las mejoras más importantes en este campo incluyen el uso de códigos de barras y sistemas de apoyo para decisiones en transfusiones, la mejora de la comunicación en protocolos quirúrgicos, y el uso de la informática para reducir errores en la medicación. El objetivo principal de estas estrategias es optimizar el sistema de salud, mejorando su seguridad y eficiencia.

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3. Control de riesgos

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Este enfoque busca mitigar o evitar riesgos innecesarios estableciendo restricciones en las condiciones en las que se trabaja sin comprometer la productividad o la autonomía de los profesionales.

Un ejemplo notable fue el cierre temporal de una importante unidad de cirugía cardíaca en el NHS británico en 2013 debido a indicios de mortalidad excesiva. Este tipo de decisiones, aunque raras en salud, son comunes en otros sectores como la nuclear o la aviación.

Sin embargo, evitar riesgos en exceso puede llevar a efectos no deseados, como priorizar pacientes menos graves en lugar de aquellos que presenten enfermedades que impliquen más riesgos. El control de riesgos no busca evitar la intervención, sino aumentar la probabilidad de éxito una vez tomada la decisión.

4. Vigilancia, adaptación y respuesta

La seguridad en la atención sanitaria no solo depende de reducir errores, sino también de gestionar activamente los problemas que surgen. Dado que los fallos son inevitables, es crucial contar con métodos de vigilancia, adaptación y recuperación para responder a ellos. Aunque las soluciones improvisadas son comunes, se plantea la necesidad de convertirlas en estrategias formales de seguridad.

El concepto de resiliencia es clave en este enfoque, refiriéndose a la capacidad de adaptarse y recuperarse de situaciones difíciles. Ejemplos prácticos incluyen las reuniones informativas en quirófano, que permiten identificar problemas antes de operar, y los análisis postoperatorios para mejorar continuamente.

Estas prácticas de adaptación y recuperación, comunes en la atención diaria, están comenzando a aplicarse también en otros ámbitos como la protección de adultos vulnerables y la salud mental.

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5. Atenuación

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Esta es una estrategia que busca reducir la gravedad del dolor tras un daño, reconociendo que tanto pacientes como personal pueden verse gravemente afectados. Las instituciones deben asumir la responsabilidad de proporcionar apoyo eficaz a quienes sufren tras un incidente. Aunque planificar para estas situaciones podría parecer una aceptación del fallo, en realidad es un enfoque humanitario y necesario.

Esta estrategia no debe enfocarse únicamente en la gestión de reclamaciones y pleitos, sino en ofrecer a los pacientes una disculpa, explicación y medidas preventivas, junto con apoyo económico o práctico si es necesario. Los desenlaces adversos no solo afectan físicamente, sino que también tienen consecuencias psicológicas tanto para pacientes como para el personal. Este último, conocido como la “segunda víctima”, también puede ver afectado su desempeño, lo que incrementa el riesgo para futuros pacientes.

Incorporar la atenuación del daño como una estrategia clave es esencial para un enfoque integral de la seguridad, incluyendo tanto la gestión del riesgo como el apoyo emocional y práctico a los afectados.

La combinación de prácticas óptimas, la mejora de procesos, el control de riesgos, la capacidad de adaptación y la atenuación del daño permite una gestión más efectiva de los riesgos inherentes a la atención sanitaria.

Bibliografía

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