Artículo basado en la información volcada en el recurso “Documento de posicionamiento: Identificación de los criterios de infección en heridas” que recoge las investigaciones de numerosos profesionales de EWMA, Convatec y MEP, y que puedes consultar al completo en el apartado de Guías y recursos de nuestra web.
¿Cómo podemos definir lo que es una herida?
Antes de tratar el tema de las infecciones, cómo se producen y cómo podemos evitarlas, debemos determinar de una forma clara la definición de herida; consideramos que nos hemos hecho una herida cuando se produce una perforación o cierto tipo de desgarro en alguna parte de nuestra piel o mucosa. Las heridas pueden producirse de múltiples formas, pero todas ellas responden a esta definición.
Las reacciones que puede producir esa perforación o desgarro pueden ser muy diversas dependiendo de cómo haya sido producida, la profundidad de la misma o, por ejemplo, las condiciones del cuerpo en el que se haya producido esa herida -en casos como el de personas inmunodeprimidas tendrá una reacción muy distinta a la que presentará una persona con inmunidad competente-.
De una forma muy general, y sin tener en cuenta agentes externos o condiciones especiales, la herida tenderá a sangrar, creará un coágulo de esa propia sangre y se encargará de taponar la herida con el fin de frenar esa hemorragia. Esa sangre que ha sido coagulada formará parte de la costra que vemos secar cuando nos hacemos una herida y es la responsable de evitar posibles infecciones y de asegurarse de que ese tejido pueda regenerarse correctamente.
Pero entonces, ¿por qué se infectan las heridas?
Si tenemos ese mecanismo de defensa del que hablábamos, ¿por qué se nos infectan las heridas? La respuesta es muy simple. No podemos obviar que vivimos en un mundo repleto de microorganismos y que lo más probable a la hora de sufrir una perforación o desgarro es que no nos encontremos en un ambiente aislado ni que el objeto o agente que produzca esa herida sea estéril. Además, existen múltiples factores que hacen que el cuerpo presente menos defensas ante las infecciones, como la edad -los recién nacidos y los ancianos son más susceptibles a infecciones- el estado nutricional del paciente y ciertas enfermedades.
El proceso de infección de una herida comienza con el contacto de la misma con algún tipo de bacteria -muchas veces presente en el propio objeto o agente externo que produce la herida- y su posterior multiplicación y acción sobre el tejido dañado.
¿Cómo saber si una herida está infectada?
La correcta y temprana identificación de una infección resulta de vital importancia para reducir la dificultad de cicatrización de una herida.
Los profesionales sanitarios se basan en ciertos signos clínicos de infección, tales como la celulitis, el mal olor, el dolor que producen, el retraso en su cicatrización, la dehiscencia de la propia herida o el aumento del volumen del exudado para identificar la infección de una herida.
(Puedes consultar una tabla completa con cada tipo de herida y los signos clínicos que presenta en el documento en el que se basa este artículo)
¿Cómo evitar la infección de una herida?
Que una herida se infecte no siempre depende de nosotros, lo que sí podemos hacer es intentar prevenir la infección o atajarla de una forma muy temprana para minimizar las posibles complicaciones que puedan producirse de cara a su cicatrización.
La pauta más universal a la hora de evitar una infección es tratarla en un entorno lo más limpio e higiénico posible. El estado del individuo y el contexto de la lesión son unos de los factores más relevantes para evitar que una herida se infecte.
Si quieres consultar el documento completo “Identificación de los criterios de infección en heridas” que recoge las investigaciones de numerosos profesionales de EWMA, Convatec y MEP, puedes acceder a él en el apartado de Guías y recursos de nuestra web.
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